miércoles, 2 de diciembre de 2009

Nada que decir


No pensé que volvería a pasar... sin más, volvió aquella sensación, esa maldita y desagradable sensación de angustia. Desesperante angustia. Ese agujero en el pecho, que pareciera hecho con fuego: a cada instante quema más, y aumenta su diámetro...
Aquella sensación, que confíe y me prometí evitar, volvió.
Pero volvió de una manera distinta. Ahora con otras causas. Con otros agentes. Con otros participantes. Y con un nuevo apoyo.

Sentir aquel dolor no tiene descripción. Aquella desesperación, que se traduce en esos dolores sublimes, indescriptibles, intolerables, inubicables... no es algo que te duela, es todo, pero a la vez tan excelso que no es nada. No se puede identificar el dolor, pero está y se siente.
Y sin embargo, aquel dolor tiene su apaciguador, que si bien no es agua para apagarlo, es humedad fuerte que lo calma y lo domina, mientras dure el efecto...
Desearía que aquel apaciguador me controlara aquel dolor frecuentemente. Aquel que impide que las lágrimas se derramen en el pasto, y aquel que con un abrazo, me reafirma la fuerza que escondo no sé donde. Aquel que es la razón de seguir en pie.
Con quien siento que no puedo derrumbarme, aquel que es mi soporte, mi sentimiento y razón. Aquel que cuando me abraza me afirma, y cuando se va, me deja como una mesa coja, sintiendo que hasta el viento me puede botar, pero el mismo viento me lleva el eco de sus abrazos, y semi-completa la pata coja, sosteniendo su cubierta un poco más...

Quisiera poder poner fin ya! Es agotador saber que el tema no terminará, y que hay que decidir algo... arrancar de aquel instante alarga la agonía.
Ya estoy cansada. Qué mierda le pasa a esta sociedad. Imposible que exista la felicidad si se imponen ideales ajenos. Si se debe combatir y cumplir con aquella imagen perfecta de la mente de los demás. Si la felicidad se debe encontrar en las aspiraciones ajenas, donde no hay espacio para las propias ilusiones y sueños, donde nada nos satisface, y aquello que nos hace bien, se nos limita. Donde la felicidad está en el éxito, fuertemente relacionado con lo económico. No. Ahí no está mi felicidad. Dónde se esconde la felicidad entonces?

Mientras busco la salida y fin a esto, omitiré las salidas fáciles, seguiré buscando mi catarsis, sosteniéndome el pecho para que esta sensación no me bote al suelo, y sintiendo a mi apaciguador en los momentos en que está conmigo, y en el momento en que se va, seguiré sintiendo sus abrazos con la brisa que me llegue.

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