jueves, 20 de noviembre de 2008

Sin título

Nos fundimos en un fuerte abrazo, quisiera que este momento no pasara nunca, pero los dos sabíamos que teníamos que separarnos, mas ninguno de los dos se separo del otro. Él me abrazó más fuerte, podía sentir su cuerpo sobre el mío, sentir que él pasaba lo mismo que yo, que a él también le dolía, le pesaba. Me dije a mi misma que no me dejaría llorar, no me dejaría derrumbar, pero podría ser inminente. Luego de un largo momento, nos separamos, nos miramos y solté sus manos. Comenzamos el camino de regreso. Nadie habló, era un momento tenso. Ya se había dicho todo (o al menos la mayoría de las cosas). Me rehusaba aún a lo ocurrido, estaba prevenida, pero no preparada. Nunca preparada. Caminaba con la mirada perdida consiente de muchas cosas, no estaba del todo ahí. Pensé en muchas cosas, presente, pasado y futuro. Hablé para relajar el ambiente, pero la tensión no se cortó. Continuamos nuestro camino. Rompimos un poco el hielo. Pero ya no era él, ni yo. Volvía a sentirme sola estando rodeada de personas. Llegamos. Nos despedimos, sabiendo que no sería la última despedida, pero ya no sería lo mismo. Él intentó no mirar hacia atrás. Yo miré como caminaba lejos de mí. Bajé al metro. Pensaba. Los carros iban más llenos de lo normal. Pensaba. Me percaté de que me había equivocado de andén justo a tiempo. Volví sobre mis pasos, y tomé el metro. Una vez en la micro, luego de haber estado con la mirada perdida, sentí como una lágrima, caída de mis ojos tapados por anteojos oscuros, se arrastraba por mi mejilla.

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