"... Me podría haber quedado toda la noche mirando el crepitar del fuego, similar para mí como la contemplación de sus ojos. Sus ojos... aquellos que me atrapan, y cuya reminiscencia es el cielo, me hundo en aquel café color amor, que no es sólo café, sino azul, verde, rojo, morado, blanco y amarillo a la vez, donde el cristal se ve opaco, y el blanco oscuro... Y cuando me doy cuenta de que me interné en el universo de su mirada, aparezco envuelta de mar y cielo a la vez, y las estrellas son parte de mi cuerpo..."
Dejé de escribir al escuchar un ruido sordo en mi puerta. La noche envolvía todo en oscuridad, y mi lámpara encendida no me daba más que tinieblas. Volví a escuchar el mismo sonido sordo. Dejé la pluma sobre el pergamino, y esperé, atenta y aterrada. Nada, sólo el silencio de la noche. Y de pronto, de nuevo aquél sonido sordo, indescriptible, aterrador. Lentamente me levanté, y avancé con cautela a la puerta... llegué a ella, y sin siquiera tocar la perilla, se abrió de par en par.
No había nada fuera, sólo oscuridad. Sin embargo, entró un viento fuerte, y aquel frío, al inspirarlo me llenó el cuerpo, congelándolo, sentí como en un último hálito de calor, mi alma salía de él, sin posibilidades de volver, y mi cuerpo más y más se iba paralizando, sentía el frío invadir mi cuerpo, desde el corazón. Mis lágrimas se convirtieron en un líquido salado, y la vida me abandonó.
En el lugar donde antes estuvo mi cuerpo, quedó una hoja, con 5 palabras escritas:
"Te amo, nunca te abandonaré..."
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